La realidad no se responsabiliza por la pérdida de tus ilusiones.

31.12.10

Doce uvas.

No negaré lo presente que estuvo en mi mente el cambio de página, ingenuo en concepto quizás, pero necesario casi a nivel celular para renovar mi cordura. Pero sí diré de manera segura que nunca fui tan consciente del peso que tendría el momento cero. Fue la reproducción perfecta del desborde de una represa, donde no hay manera de parar la corriente ni la fuerza con la que fluirá el contenido. Podría decirse que vomité por los ojos, empapando los párpados, mejillas y hasta el cuello con alquitrán. Me liberé de una mochila que tiraba sin culpa mis hombros hacia el suelo, susurrándome al oído que no hay más razones para seguir de pie y describiéndome de manera compradora lo cómodo que se estaba sobre el mármol.
Fue cuestión de doce campanadas y doce uvas para que, al agarrar con una sonrisa la copa dorada, Ella se dirigiera hacia mí y me trasmitiera con sólo una mirada todas las manos necesarias para ayudarme a no volver al frío y asegurarme con ese abrazo eterno que ella tenía toda la energía para sostenerme en el lugar que hiciera falta.
Con eso bastó. Poco a poco, silenciosamente pero sin dejar de hacerse notar, el nudo en la garganta desapareció y al limpiar las lágrimas ya no sentía ese veneno tan espeso en la sangre, nervios, piel, hasta en la mente. Fue cosa de un momento, esos tres minutos perfectos que Cortázar describe tan detalladamente. Luego levanté los ojos, miré mis manos manchadas de tristeza y alegría por algunos segundos, quité el maquillaje corrido de mi cara y decidí detenerme para dedicarle el tiempo necesario y suficiente al recuerdo de todo lo que, con una sonrisa, me llevo del capítulo anterior.

Si bien sólo han pasado unos pocos renglones, concluí dejar de rogar por algo mejor y, al contrario, crear algo mejor. Quiero pensar que gran parte de lo que se está por escribir es responsabilidad de mi tinta y no que hay alguien más tipeando mientras yo recreo una obra que por momentos me destruye y lastima el alma.

"¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que la felicidad no es más que uno de los juegos de la ilusión?" Julio Cortázar.

Hello, 2011. Let's see what you've got for me.

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