La realidad no se responsabiliza por la pérdida de tus ilusiones.

15.12.10

Arreglo temporal.

El humo de cigarrillo embriaga la habitación. Despedazo otra magdalena para evitar sentirme sola y acomodo las migajas por montones, separados y únicos. El sol se cuela por el costado de la ventana, anunciando el pasaje de la noche, diciéndome que logré respirar una vez más. El repiqueteo de los pájaros madrugadores no me deja levantarme de la silla, que hace unas horas ya se volvió incómoda. Doy otra pitada y quito de mi mente el futuro, cercano o lejano, no importa. Las partículas de tristeza se pelean al salir por mi nariz y mi boca, atropelladas, queriendo escapar hacia ningún lugar, seguras de que lo que hay afuera debe ser mejor que los gritos constantes de limpieza.
El rojo empezó a hacerle mal a mis ojos y a mi cabeza, se siente como alquitrán fluyendo por las cañerías que me componen. Quiero cerrarlos, pero es peor. Enfrentarme a la luz de las bombillas inútiles a ésta hora del verano se está convirtiendo en un martirio.

Entonces pido una seca más por lo poco que me queda de cordura, sé que pronto se consumirá junto con la promesa de que mañana será otro día.

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