Pequeño mercenario celeste,
cobarde y sin tropa,
llevás en tu ropa
pedazos de alma
que cortas con tu lengua
y recolectas con esmero.
Son esos diminutos gestos
que te hacen del montón.
El típico egoísmo,
o devoto al qué dirán.
Caigo por la tranquilidad
que pensé
demostraban tus pies en la tierra.
Pero demostraste que preferís pisar
y andar
caminar
saltar
sobre ideas ajenas.
Tus pies se hunden en la viscosidad
de la sangre de los demás
y lo disfrutás;
tu sonrisa permanece intacta
sostenida por la culata del rifle
que apuntas sin vergüenza,
y aliviado.
Cual rata vestida de fiesta,
cabrón.
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