Extracto de mi mente para mí.

Pedazo de escoria, mal nacida, parásito inmundo, intento de persona; caminás por la vida aparentando ser diferente al resto, especial en algún sentido. Pero no, comprendelo: no sos amable. Sólo conseguís el mínimo aprecio que se le puede dar al vecino que todos los días se toma la molestia de saludarte aún cuando no sabés ni su nombre. No te quieren porque no sirve quererte. Sos una más, sólo una chica más. Ni una princesa ni una ramera, sólo una más. Abrí los ojos! la única vida que realmente tenés se proyecta en mi todas las noches al cerrar los ojos, imaginando que te aman y te aprecian, que vales algo, que tu moral y tus principios configuran tu personalidad, pero al otro día cuando despertás lo podés ver... no tenés personalidad, sos una hoja en blanco, un ente más que existe simplemente para satisfacer las necesidades burguesas de cumplir con el modelo ideal de familia americana, no tenés propósito ni objetivo. No te excuses como rebelde, apenas importa si te levantás de la cama. Nadie depende de vos. Nadie derramaría siquiera una gota del néctar de sus ojos si es que no te vuelven a ver. Estás de paso por este mundo, no creas que generás algún tipo de repercusión con tus necias palabras vacías de importancia. Podemos hasta decir que cualquiera es mejor que vos y siempre serás la última opción... algo así como la mejor de las peores enfermedades.

Algunos días te levantás y por algún tipo de razón el sol brilla, por alguna razón ves un futuro no tan malo por delante. Esos días donde te ayudás de las frases clichés de las comedias románticas: 'todos encontramos a nuestra media naranja', 'ya llegará, no te preocupes'. Pero siendo ya 19 los años que compartimos juntas y ya que sos la persona que más me conoce y se detiene a escucharme, me veo obligada a decirte que dejes de esperar. Nadie te amará, él no te amó, él no te ama y él tampoco te amará. Y no, ellos tres no se pierden de nada, porque para decir verdad sos tan vacía, aburrida, normal, que nadie puede culparlos por no querer siquiera mirarte a los ojos.