La realidad no se responsabiliza por la pérdida de tus ilusiones.

10.1.11

No es suficiente.

Sentada en un cómodo sillón de cuero escuchaba música a través de siete gritos diferentes y el sonido que provocaba el latir de su corazón en su pecho y cuello. El ambiente ya había bajado su saturación natural gracias al humo de los diferentes cigarrillos que llevaba fumando desde las últimas horas. Era casi imposible sentirse sola en esa casa, los habitantes hacían notar su presencia con sorprendente constancia, el calor del fuego la abrigaba, y las canciones llenaban su cerebro mientras que la nicotina llenaba su cuerpo.
El ajetreo de las personas allí la hizo detenerse simplemente a observar, y absorber todo lo posible de nuevas sensaciones. Los pies caminaban más rápido de lo que sus piernas podían. Las manos cargaban más cosas de las que debían. De sus bocas salían reclamos, rugidos en un pseudo modo de enseñar, hasta incoherencias que encajaban perfectamente en sus pequeños mundos imaginarios; todo dependía de cuántos años cargaran en su espalda.
No pudo alejar de su mente la sospecha de que vivían como si el tiempo no fuese suficiente. Con una increíble necesidad de correr y ganarle, aún siendo evidente que no era posible, ¿será que mirar las estrellas es tiempo perdido en su escala de valores? Analizó un instante la idea de invitarlos a disfrutar de la nada y el todo, justo ahí, sentados en cualquier lugar. Pero la abandonó casi con tristeza; nunca descansarían sus pies, manos, gargantas, sin razón alguna. El tiempo para ellos se perdía a cada segundo.
Mirar su muñeca, donde su reloj descansaba casi descaradamente, fue un acto completamente inconsciente. En definitiva era la demostración perfecta de sus actuales teorías, quizás en el pequeño artefacto encontrase alguna respuesta. Un pequeño círculo de plata, enlazado en cuero negro alrededor de su piel... 'minúsculo idiota'. Nunca en su vida se había detenido a aborrecerlo como en ese segundo; ese segundo que ya se había ido, se había ido con esa pieza insignificante que atrevidamente se había llevado otro segundo de su vida. Con un ademán violento, pero no demasiado, golpeó el vidrio que separaba su tiempo de ella, una y otra vez. No se detenía, continuaba marcando la cuenta regresiva. 'Sí, regresiva' pensó. ¿Pero hacia qué? ¿Había alguna especie de objetivo al que llegar del que no había sido avisada siendo esa la razón por la cual se sentaba tranquilamente a disfrutar del todo y de la nada?
Durante unos momentos se dejó embriagar por impotencia, hipótesis y dudas; se encontró en un camino sin retorno pero sin salida. Llegar a una solución era imposible, planteó la ecuación de todas las maneras que su cabeza pudo. Y el tiempo corría, se iba... no volvía.
Subió la música para no pensar.
No sirvió.
La subió una vez más.
Las notas fueron penetrando desde sus oídos hacia todo su cuerpo, no pudo evitar la sensación de calma que ellas le provocaban. Se dejó llevar por las mismas hasta otra realidad. Una compuesta simplemente por sentidos; nada de números, relojes o manecillas que crearan impaciencia. Ahí se estaba mejor; los pies no corrían, porque no había a dónde correr, las manos no se sobrecargaban, nada debía de ser ordenado. Un mundo donde la brisa importaba tanto como la lluvia o caminar mirando el cielo.
Quiso apropiarse por siempre de ese lugar,
así lo decidió, y así lo hizo.

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