Sonrió. Se había cansado
dejó caer su cuerpito,
primero su cadera, tiernamente sobre el resto de suspiros que quedaban por exhalar
luego sus hombros, sus pequeños hombros dorados
hizo un nido con sus manos
lo suficientemente grande como para que su cabeza entrara
y nada nunca jamás
la volviera a molestar.
Lloró. Le quedaba una vida de cansancios.
1 comentario:
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