Abrazos otoñales
hojas secas sueltas al olvido
un país de lágrimas que no es mío.
La muñeca de trapo
rota y descocida
no puede prometer días eternos.
Rueda por la colina
se dibuja su sonrisa
sola, tímida
bailando al rítmo del viento
que la invita a navegar
evitando así la soledad
de este mar de caricias inventadas
de besos que ya no más
de sábanas que no hace falta desordenar.
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